Era finales de Octubre, el clima estaba un poco frío, pero el sol brillaba. Iba de excursión y todo iba bien. La elevación del lugar donde estaba alcanza un máximo de unos 12,000 pies, así que empaqué lo más ligero que pude. Sabía que a esta altura habría nieve cerca de la cima, pero el pronóstico decía cielos soleados.
Como habrás adivinado, el clima cambió la primera noche y no estaba preparado. Cuando empezó a nevar, rápidamente comencé a entrar en pánico; luego, después de un poco de maldecir a los cielos a todo pulmón, me recuperé y construí un refugio improvisado y un fuego rápido cerca de un árbol y dormí una noche terrible.
Pero esa mañana fue una de las vistas más hermosas que jamás había experimentado. La tierra se había transformado y la nieve brillaba en tonos efervescentes de rosas y naranjas mientras el sol asomaba sobre las montañas. El miedo y la incomodidad fueron una ocurrencia tardía cuando comenzó el nuevo día.
Cada vez que hago un viaje o empiezo un nuevo esfuerzo, a menudo me encuentro muy poco preparado. Para ser honesto, esto sucede mucho más a menudo de lo que me gustaría admitir, pero así es la vida y todo lo que podemos hacer es adaptarnos. Y la mayoría de las veces, cuando asumimos estos desafíos que no planeamos, nos encontramos en un lugar mucho mejor de lo que comenzamos.
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